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Un paseo con mi hijo

Un paseo con un hijo adolescente es simplemente un tesoro. Si usted quiere explorar algunas claves por las que debería empezar ya a pasear con su hijo adolescente, pre adolescente o niño grande, lea lo que viene a continuación. Cuando acabe cuénteme qué le parece este Episodio 14.

Últimamente estoy coincidiendo con muchos padres y madres que me trasladan lo bien que se llevan con sus hijos adolescentes. La realidad es que como llevo tantos años dedicado a acompañar a familias en situaciones difíciles o de gran gravedad, se me llega a olvidar en ciertas ocasiones que la inmensa mayoría de las familias tiene una buena relación con sus hijos adolescentes. Aunque pueda sonar un poco pretencioso la realidad es esta. Sí, con sus conflictos, pero en general resueltos de manera satisfactoria.

Cuando me encuentro con compañeros de trabajo o personas que no conozco y empezamos a hablar de los hijos, a menudo adolescentes, me sorprende gratamente que una vez citadas las célebres frases en relación a lo difícil que es la adolescencia, la realidad es que hay un gran número de padres y madres que muestran abiertamente su felicidad al charlar y compartir cómo son sus hijos y cómo es ahora su relación con ellos. Debo confesar, ahora que no me oyen, que a todos se les humedece los ojos cuando hablan de sus hijos adolescentes y de cómo es ese milagro de verles crecer.


Como escribí en casi todos los capítulos de mi libro “Cómo prevenir conflictos con adolescentes” la realidad es que no hay ningún secreto ni receta mágica que consiga construir una relación sana y feliz con un adolescente. Cuando converso con estos padres, todos coinciden en el mismo punto, se trata de un trabajo de autenticidad, constancia, perseverancia y amor.


Cuando les escucho mientras les pregunto, la verdad es que es a mí a quien se le asoman lágrimas, por varias razones. La primera, no lo voy a esconder, porque pienso en mi hija de ahora mismo 6 años y me imagino cómo será su adolescencia, solo el hecho de pensar en ella dentro de 10 años me llena de emoción. La segunda porque conecto profundamente con esa felicidad, cariño y orgullo que proyectan los ojos de esos padres hablando de sus hijos. Están siendo sinceros y se nota. La tercera y última, porque en un pequeño resquicio de mi mente me asalta la idea de “tenías razón….lo que llevas pensando desde el primer día que empezaste a trabajar con adolescentes y familias es el camino, no hay un libro mágico, no hay una guía de herramientas, el secreto es ser auténtico desde el primer día, hasta el día 6.570

En estas entrevistas encubiertas que hago a estas personas, porque efectivamente son entrevistas camufladas en las que recojo muchísima información, hay también una cosa muy curiosa. Estos padres no alardean de todo lo buenos que son sus hijos, más bien hacen lo contrario: se guardan para sí la información, los logros, los triunfos de los hijos porque son como pequeños tesoros que están a buen recaudo en el cobijo de la familia. Al final, siempre con la confianza generada poco a poco van compartiendo pequeños apuntes, pero la realidad es que no necesitan alardear de nada, su principal victoria es que saben que son felices con sus hijos, no necesitan cantarlo al viento. En ocasiones, he podido ver a esos hijos en compañía de sus padres “entrevistados” y la verdad es que es una escena que vale su peso en oro. Como describo al final del libro, se puede observar claramente esa química cuando los ojos del hijo encuentran los de su padre y madre.

Hasta que esa cima se conquista, los padres siempre hablan de las dificultades que sin duda tuvieron que superar, los conflictos a los que tuvieron que hacer frente, las decisiones que tuvieron que tomar. El camino en ninguno de ellos es fácil, siempre en mayor o en menor medida el papel de los padres es muy difícil. De hecho si fuera un camino fácil, la paternidad y la maternidad no tendrían ningún mérito.

Existe un punto en común muy curioso en casi la totalidad de mis entrevistados y claramente en mi propia persona. Todos ellos siempre hablan y recuerdan “los paseos con sus hijos”.

Fíjese, que podrá encontrar en internet cientos y cientos de portales y de artículos con fabulosas tácticas de posicionamiento SEO en los que le aporten técnicas, estrategias y herramientas para prevenir e incluso resolver conflictos. Lo normal, es que la mayoría de ellos sean de gran utilidad, no en vano está leyendo ahora mismo este artículo y yo mismo he publicado un libro sobre la temática en cuestión. Pero pocas veces se cita como herramienta el compartir una caminata con un hijo, quizás porque parezca una perogrullada o simplemente una idea estrambótica.

Bueno, me siento un poco como Friedrich Nietzsche cuando expone su célebre cita de “…hace tiempo ya que viví las razones de mis opiniones…” en “Así habló Zaratustra”, así que en vez de exponer los beneficios evidentes, voy a permitirme una triple recomendación literaria como prólogo que soporte mis argumentos.

  1. «Beethoven, Tormento y Triunfo» de Jan Swafford.
  2. «Los Alpes en invierno. Ensayos sobre el arte de caminar de Leslie Stephen». (El padre de Virginia Woolf)
  3. «Vida de un superviviente» de Reinhold Messner.

Estas tres obras de dimensiones estratosféricas aportan verdades sobre la imperiosa necesidad del ser humano de pasear por la naturaleza. Tres obras ciertamente distintas entre sí, tanto en extensión como en su propia idiosincrasia, pero que si no logran convencerle de los beneficios del arte de caminar, sin duda yo no podré hacerlo.

No obstante, mi experiencia me ha aportado los siguientes conocimientos que comparto con usted cuando se trata de hablar de pasear con un hijo adolescente.

  1. Normalmente, los conflictos suceden dentro o fuera de casa, pero casi siempre se “discuten” en casa. El hogar acaba convirtiéndose en un escenario “conocido” para la discusión, con “territorios dominados” y asignados a cada miembro de la unidad familiar. Salir a caminar a la naturaleza nos aporta desde el primer paso un escenario neutral.
  2. Quizás sea una evidencia, pero tantas veces nos olvidamos de que el aire puro airea nuestro cerebro.
  3. Cuando un padre y un hijo caminan, están haciendo un tipo de deporte. No hace falta que le explique los beneficios que las endorfinas suponen. Imagíneselo: Hacer deporte mientras se argumenta y resuelven conflictos. ¡Qué maravilla!
  4. Cuando se camina, normalmente se posiciona la pareja en paralelo, es decir hombro junto a hombro. Ya no hay confrontación en la posición, se transforma la confrontación en compañía. De repente, se pasa de una posición de choque a una posición de equipo.
  5. La desviación de la mirada calma la tensión, la mirada se fija en el camino o en los elementos de la naturaleza. Cuando los ojos se encuentran normalmente es por voluntad de las partes y entonces sí tienen un fin constructivo.
  6. Durante el camino, todas las personas tienen la capacidad de “irse corriendo”. Cada paso que se da en compañía es una victoria. Cada paso es un paso dado desde la voluntad de querer permanecer juntos, de construir.
  7. Por último, por favor, tenga cuidado, porque hay padres e hijos que se fueron a dar un paseo para resolver conflictos y les gustó tanto la experiencia que acabaron de acampada.

Cuando discutimos en mi casa y nos vamos a dar un paseo todos juntos, volvemos como si fuéramos personas distintas. Nuevas.

Cuando discuto conmigo mismo y elijo ir a darme un paseo, siempre acabo entendiéndome y perdonándome.

No crea si no quiere ni una de las palabras de este episodio, pero la próxima vez que tenga un problema o conflicto importante con su hijo adolescente, llévele a pasear por la naturaleza o por la misma calle. Escríbame y cuénteme cómo les fue.

 

Ladera del Cervino, 2 de marzo de 2021.

 

Dedicado a José Domingo “El Pedales” por cuidarme durante todo el camino.

Recomendación: Walking by myself. Gary Moore.