Los adolescentes quieren leer a los clásicos, pero no los leen porque la mayor parte de las veces no saben que existen.
Episodio 16.
Hace poco estaba yo dando un paseo con uno de los adolescentes a los que atiendo. Es un chico de 17 años de edad al que conozco desde hace unos años, por unos motivos u otros tengo la suficiente confianza con él para salir a la calle y estar andando durante una hora en vez de realizar la sesión en el despacho.
Si usted leyó el Episodio 14 titulado “Un paseo con mi hijo” habrá reconocido que estaba utilizando esa técnica para realizar mi sesión. Con jóvenes y adolescentes con los que tengo establecida ya una relación de confianza en ocasiones puntuales “rompo” las dinámicas e implemento ciertos cambios, como este de salir a dar un paseo. La realidad es que un cambio repentino, pero planificado previamente por mi parte, suele regalarnos unos resultados sorprendentes. A veces en sentido positivo y otras veces en sentido negativo, pero ambas consecuencias son productivas porque siempre aprendo y entiendo mejor al chico con el que estoy trabajando.
En esta ocasión, Leo (llamémosle así) y yo estábamos trabajando la prospección laboral. Leo había incumplido un plazo que había acordado conmigo la sesión anterior y no había hecho varias cosas que le pedí. Entre ellas, sacarse una foto a modo profesional. Le ahorro toda la conversación con él (y es una pena porque fue apasionante) hasta que llegamos a la parte donde le vuelvo a enseñar una de mis fotos y él me responde:
– “¡Claro, pero a ti te la hecho un profesional!”
Y sí, estaba en lo cierto. Le conté que mi amigo Jacobo Medrano es fotógrafo profesional y que tuve la enorme suerte de contar con él para realizar todas mis fotos. De hecho, no quiero saber nada de nadie más a la hora de hacerme fotos si no es él. ¿Por qué? Por dos razones, la primera porque es incontestablemente impecable en su trabajo y la segunda porque le quiero desde nuestra adolescencia y me hace sentir extraordinariamente cómodo en la sesión de fotos. Es decir, consigue sacar el máximo rendimiento.
En esta conversación estábamos durante nuestro paseo cuando abro el perfil de Instagram de mi amigo Jacobo y le empiezo a enseñar las fotos que hace. Resulta que voy pasando y mostrándole a la gente tan importante a la que ha retratado y resulta que Leo no conoce a ni uno. Me quedo asombrado, porque hay algunos que evidentemente no tiene por qué conocerles, pero hay otros….que son de un nivel de cultura mínima. Leo se sonroja un poco avergonzado y me contesta:
-“Bueno, es como si yo te pongo a los míos, seguro que no les conoces”
-“¿Y qué son? ¿Youtubers?” – respondo yo.
– “Claro”.
¿Cuáles son mejores? La respuesta es obvia, cada uno cree que los suyos y como sabiamente me decía mi padre cuando nos enfrascábamos en interminables luchas de idéntico contenido:
-Mira hijo, no estoy en posesión de la verdad…..pero Bach es mejor que esos tíos de pelos largos que parece que les duele la tripa cuando gritan.
Leo no conoce a ningún personaje fotografiado por mi amigo. Y este pensamiento me siguió rondando la cabeza mientras le despedía: no debe conocer a los clásicos.
Me consta que Leo, años atrás, era un buen lector. Tenía la capacidad de concentración y la habilidad para transportarse al universo que cada libro le ofrecía. Hace años le recomendé un libro “El nombre del viento” de Patrick Rothfuss. No quiso saber nada del libro, pero cuando el destino nos alejó durante unos meses largos, me escribió una carta en la que me agradecía la recomendación, se lo había leído, le había encantado, es más, estaba leyéndose la segunda parte de la trilogía.
El primer tipo de literatura es sin lugar a dudas “Los Clásicos”. En este mundo actual, es imposible competir conta las Princesas Disney o contra los mejores videojuegos. Hay cientos de brillantes cabezas pensantes detrás de cada fotograma, empleando todas sus energías solamente en una cosa: “Que el joven espectador no quiera apartar su mirada de la pantalla”. Ante esta imposible lucha, el grito de auxilio únicamente puede ser respondido por los Clásicos. Cuando un autor llega a la altura de Clásico es porque no importa la época, SIEMPRE, va a ser una maravilla leerle. Siempre va a engrandecer nuestra alma. Hay literatura actual para adolescentes, sí, de guerras de marcianos, de amores explosivos, de zombies que asaltan poblados y todo eso. No están mal, al menos leen. Pero desde mi experiencia cuando un adolescente abre un clásico, no hay color.
Por poner un solo ejemplo, pruebe con “Escuela de Robinsones” de Julio Verne.
El segundo tipo es esa literatura profundamente social, política, luchadora, justiciera, idealista, analítica, filosófica… Como puede ver adjetivos que casan perfectamente con la adolescencia. Al menos con esa adolescencia que no se encuentra adormecida por nuestro sabelotodoyoutube. Un adolescente siempre quiere leer esta literatura y empujarle a esos debates idealistas que usted ya ha superado, porque Nietzsche tuvo su tiempo, como lo tuvieron esos pantalones ajustados que se ponía usted de joven y que eran horriblemente incómodos pero que lucía con absoluto orgullo.
Por poner un solo ejemplo, pruebe con “En un mundo feliz” de Aldous Huxley.
Leo alucinaría leyendo a Huxley, Nietzsche, Orwell, Kafka, … lo único que pasa es que no tienen Instagram y de momento no les conoce. Hasta que mañana le mande este artículo y a lo mejor tenemos suerte y se mete en Google a buscar los nombres. ¿Quién sabe?
La foto de este Episodio 16, sin ninguna duda es de mi amigo y por la mirada que me “pilló” de “actor de anuncio de colonias” no la utilizo. Es buena terapia reírse de uno mismo, la comparto con usted que amablemente ha llegado leyendo hasta aquí, para que sonría conmigo.
Torrelodones, 24 de marzo de 2021.
Dedicado a Leo. Tú sabes cómo te llamas.
Recomendación: The Couch, Alanis Morrisette.