No se siente a estudiar las asignaturas de su hijo con él.
Lo hace desde el corazón, pero usted no es su profesor.
Lo importante y lo provechoso es que aprenda de usted el interés por el estudio, el esfuerzo del trabajo en casa.
Episodio 26
Comienza el curso escolar y con él llegan los nervios por reencontrarse con los viejos amigos, por conocer a los nuevos compañeros, por saber qué profesores nos tocaran y qué asignaturas nuevas tendremos.
Aparece de nuevo la tensión propia de la responsabilidad de tener que estudiar. Todo un curso por delante y después de la presentación del primer día, el segundo día llega nuestro hijo a casa y con toda la razón del mundo nos dice que todavía no tiene deberes y que no tiene nada que repasar, que solo es el segundo día. Y tiene toda la razón, pero claro, ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo debería empezar ya a estudiar? ¿Cuándo deberíamos ya como padres orientar a nuestro hijo a que debe sentarse todas las tardes a repasar?
La realidad es que la respuesta no alberga dudas al respecto. Y en este asunto en concreto da exactamente igual de la edad y curso en el que nuestro hijo se encuentre, ya sea primero de educación primaria o segundo de bachillerato.
Antes de la respuesta se debe recordar que el concepto de tareas ha estado últimamente presente en cantidad de debates. Hay personas que piensan que las tareas para casa son contraproducentes, hay personas que opinan que son una herramienta valiosísima en el desarrollo de los hijos.
El primer paso es realizar el ejercicio de reflexión de cuál es su punto de vista, porque es importante que usted lo tenga claro. Ya sabe que a pesar de todo lo que pueda expresar con la mejor de sus intenciones, si usted internamente cree algo, aunque no quiera, lo va a proyectar y su hijo se va a dar cuenta. De nada sirve que usted le ponga a estudiar si está abiertamente en contra de los deberes para casa.
El segundo paso es poder conversar con el maestro de su hijo y con el conjunto de la comunidad educativa de su centro escolar para comprender qué método o sistema pedagógico siguen, porque es importante que usted se encuentre alineado con su filosofía. Como padres tenemos la obligación y responsabilidad de entender por qué el centro de nuestros hijos manda deberes o por qué no.
El tercer paso es el más importante. No se trata de sentarse a la mesa con él y empezar a realizar los ejercicios de matemáticas o a repasar con él el tema 6 de literatura. Este es un error muy común y grave que está basado en el inmenso amor que como buenos padres y madres quieren que su hijo apruebe y tenga un futuro brillante.
Nadie, pero del mismo modo que un estilo educativo protector puede derivar en el sobreprotector, un padre o madre con ese interés puede acabar favoreciendo precisamente lo contrario, que es que su hijo desarrolle un alto nivel de dependencia a la hora de estudiar.
En no pocas ocasiones he trabajado con adolescentes que ya en los últimos niveles de la educación, es decir en el bachillerato, necesitaban que su madre se sentara con ellos a estudiar o que al menos, todos los días les “tomara la lección”. Ellos se avergüenzan de estas dinámicas, pero al mismo tiempo recriminan a los padres si no están a su lado o si no comprueban lo que han estudiado. Es un círculo vicioso asfixiante y más aún cuando los resultados académicos no son los deseados.
En casos ligeramente más extremos he trabajado con jóvenes que necesitaban imperiosamente que sus padres comprobaran si habían adquirido los conocimientos adecuados en cursos avanzados de sus estudios universitarios. En estos casos, son los propios jóvenes y familiares quienes exponen abiertamente que su método no es el mejor, pero que llevan toda la vida haciéndolo y que en definitiva ya solo quedan un par de años para acabar la universidad y ahora no van a cambiar.
En estas situaciones siempre existe el mismo denominador común y es que los padres se preocupan y ocupan verdaderamente por el desarrollo académico y formativo de sus hijos. Esto está bien, de hecho es mucho mejor que los padres o madres ausentes que ni siquiera saben a qué curso va a su hijo. Se sorprendería usted de que esto ocurra realmente, pero sucede.
A pesar de que este interés sea positivo, la realidad es que a largo plazo lo único que consigue es crear adolescentes que son dependientes a la hora de estudiar. Adolescentes que no saben ni quieren ni pueden estudiar ellos solos. En la mayoría de los casos debe usted saber que estas dinámicas fomentan el fracaso escolar. No me refiero a que sea la causa única, sino que es un ingrediente más que potencia sin duda la desmotivación del alumno por el estudio.
Comparto aquí un extracto del capítulo 12 de mi libro “Cómo prevenir conflictos con adolescentes” en el que abordo estos conceptos:
“No hay mejor regalo a la hora de tratar el tema de los deberes en casa que enseñar a un hijo a ser autónomo a la hora de sentarse a estudiar, por poco tiempo que sea, ya que cuando crezca será un tesoro del que podrá disfrutar”.
Algunas de las propuestas que desarrollo y que estoy convencido de que le podrán ayudar tanto a usted como a su hijo a establecer una dinámica sana a la hora de ponerse a estudiar son estas 5 ideas.
En el colegio Menesiano de Madrid, a 27 de septiembre de 2021.
Dedicado a mis profesores. A todos, a los buenos y a los menos buenos, de todos aprendí cosas buenas y menos buenas. Aprendizaje siempre.
Recomendación: Fixing a Hole, THE BEATLES