Mi teoría del Péndulo defiende que para buscar el equilibrio, (la equidistancia perfecta respecto a los extremos) el movimiento natural sería imitar la oscilación del péndulo, hasta que este vaivén va progresivamente perdiendo fuerza y logra paralizarse en el centro.
¿Podríamos estar experimentando dicha oscilación pendular en esta etapa de la historia de la educación y nos situemos en el extremo opuesto del que veníamos?
Episodio 22
En las fechas en que escribo estas líneas, últimos días de mayo de 2021, puedo afirmar que todos mis alumnos de 4º, 5º y 6º de primaria “saben” que Luis nació en 1770 en una ciudad de Alemania. Conocen que su mamá murió cuando él era pequeño y que se quedó solito con su papá. Saben que su padre le trató bastante mal, era demasiado estricto, quizás hasta el extremo de mantener un estilo educativo que podría alejarse bastante de los 7 estilos educativos de los que hablo y que ya desarrollé en mi libro “Cómo prevenir conflictos con adolescentes”. Un estilo educativo que quizás podríamos denominar como “brutal”, es decir un paso más allá del negligente. Mis alumnos saben que ni el mismo Luis nunca supo la fecha real de su nacimiento, porque su papá se lo ocultó con el único fin de aparentar que el niño era una eminencia tocando el piano. Con ese fin siempre le presentaba como uno o dos años más pequeño de lo que realmente era.
Pero lo curioso de esta historia es ver cómo mis alumnos escuchan atentos cuando les cuento que el propio Luis una vez se hizo mayor tuvo que adoptar a su sobrino Carlos, ya que este se había quedado sin padre ni madre, el primero fallecido y la segunda en una institución mental de la época.
Estos niños y niñas de los últimos cursos de educación primaria irrumpen al unísono en una exclamación genuina cuando escuchan que el propio Luis lo que finalmente hizo fue educar al pequeño Carlos bajo el mismo estilo educativo que su padre hizo con él.
Esta suele ser la frase más repetida.
Esta es una pequeña parte del “Cuento de Luis” que evidentemente no es otra cosa que una pequeña adaptación propia, basada en los hechos reales de la biografía de Ludwig van Beethoven.
Más allá de lo fascinante que me ha resultado observar cómo mis alumnos escuchaban todo el cuento durante una hora entera con silencio absoluto y ojos emocionados ante la desafortunada vida emocional de Luis, lo verdaderamente conmovedor ha sido ser testigo privilegiado de cómo querían escuchar luego el “Para Elisa” o el inicio de la “Quinta sinfonía” y cómo se quejaban de que la clase finalizara.
Pero dentro de toda esta breve historia de una clase de música de primaria se desvela un secreto enorme.
Los niños se conmovían al escuchar que Luis repetía el mismo estilo educativo de su padre. Se quejaban de que después de haber vivido en sus propias carnes horrendas atrocidades, éste, Luis, no cambiara radicalmente de estilo. Es decir, estos alumnos fundamentan con sus comentarios una constatación de lo lógica filosófica, algo así como que:
Dos cosas a aclarar, la primera es que Luis consiguió ser lo que llegó a ser en el mundo de la música gracias o a pesar del estilo educativo de su padre. Nunca sabremos si gracias o a pesar de él. La segunda es que Beethoven amaba como al hijo que nunca tuvo a su sobrino Karl. Si quiere conocer más información, no le recomiendo visitar las páginas de internet, le recomiendo leer “Beethoven” de Jan Swafford.
Todas estas cosas ocurrían en mi mente por la mañana cuando por la tarde hace pocos días participé en una Mesa Redonda en el Ayuntamiento de Arganda del Rey en Madrid, donde debatimos apasionada y pacíficamente sobre los entresijos del mundo de la educación.
En un momento de mi intervención puse de manifiesto mi TEORÍA DEL PÉNDULO, que es mi propio punto de vista de cómo está evolucionando el estilo educativo en general desde los padres hasta los centros educativos. Según mi teoría tras un prolongado periodo de tiempo en la historia no ya solo de nuestro país, sino del mundo en general, en el que el estilo educativo predominante por excelencia ha sido el conformado por la mezcla perfecta del PUNITIVO y el AUTORITARIO, la sociedad en general está queriendo alejarse lo máximo posible de este ejemplo y según mi metáfora del Péndulo, los estilos educativos están realizando un movimiento de huida y traslación hasta el extremo opuesto, donde nos encontraríamos con el estilo educativo actual, quizás el conformado por la unión del PROTECTOR y del DIPLOMÁTICO. Pero no en su forma natural, sino más bien en sus polaridades extremas, es decir el SOBREPROTECTOR y el EXCESIVAMENTE DIPLOMÁTICO.
Mi teoría del Péndulo defiende que para buscar el equilibrio, (la equidistancia perfecta respecto a los extremos) el movimiento natural sería imitar la oscilación del péndulo, hasta que este vaivén va progresivamente perdiendo fuerza y logra paralizarse en el centro.
¿Podríamos estar experimentando dicha oscilación pendular en esta etapa de la historia de la sociedad y nos situamos en el extremo opuesto del que veníamos?
Quizás nos encontremos ante una huida sana de aquellos modelos pedagógicos en los que el maestro dictaba sentencia y una sola mirada suya bastaba para amedrentar, y en los que cuando el padre abría la puerta de la casa el silencio reinaba en el hogar.
Quizás con todo el amor del mundo ante nuestros alumnos y alumnas, lo único que buscamos son innovadores modelos de enseñanza pero estamos entregándoles a ellos la batuta con la dictan el volumen del sonido del aula.
Quizás con todo el amor del mundo ante nuestros hijos e hijas, lo único que buscamos es educarles en libertad, pero estamos entregándoles a ellos el maldito teléfono móvil.
Mi Teoría del Péndulo sin duda debería ser revisada y contrastada por sociólogos, antropólogos, historiadores, filósofos, maestros veteranos y abuelos, porque ellos tienen un criterio que yo no, pero verdaderamente confío en que compartiendo aquí mi punto de vista pueda generar reflexiones.
De momento, Beethoven es una clara excepción que, en principio, confirma la regla.
En Arganda del Rey, a 3 de junio de 2021
Dedicado a Luis y a Amadeo, por acudir a mis clases de música y abrir los oídos de mis alumnos/as.
Recomendación: 2º movimiento de la 7ª sinfonía de BEETHOVEN.