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Episodio 11. Mi hijo me insulta. 3 errores a tener en cuenta.

Hay tres errores muy comunes y graves que puede cometer cualquier padre o madre o familiar cuando un hijo adolescente insulta. Ser conscientes de ellos es clave para poder afrontar esta conducta tan preocupante y alarmante en nuestros hijos. Sean adolescentes o no.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que cuando un hijo insulta a un padre o a una madre se trata de una conducta totalmente desajustada y que es contraria a la propia naturaleza de una familia. No obstante, es necesario diferenciar bien las diferentes causas y  situaciones en las que un determinado hijo presenta este acción. De nuevo y, como base fundamental de todos mis escritos y líneas de pensamiento vuelvo a recordar que no existe un manual debajo del brazo con el podamos ir aplicando consecuencias según las conductas de los adolescentes. Aléjese por favor de cualquier información que “dicte sentencia” o que oriente de una manera clara en una única dirección. Sí, por supuesto que existen líneas generales de actuación, pero la realidad es que seguirlas puede ser una trampa con consecuencias negativas porque el primer y principal ejercicio siempre debe ser atender a la individualidad de cada caso. No es lo mismo que un hijo insulte a una madre a que otro hijo insulte a otra madre. Puede no tener nada que ver la conducta de uno y otro adolescente y si esas dos madres leyeran el mismo artículo, las dos aplicarían el mismo método con resultados evidentemente muy distintos para cada familia. Todos sabemos que usar la empatía y establecer normas y límites claros y proporcionados es un buen comienzo, podrá encontrar cien mil artículos al respecto (y muy congruentes) pero cuando se trata de conductas tan graves como un insulto de un hijo a un padre, hay que dar un paso más. Un paso de introspección y análisis.

Por lo tanto, sí, infórmese y fórmese pero siempre mantenga una actitud crítica con cada información a la que acceda. No es lo mismo leer a Nietzsche que a Schopenhauer, no es lo mismo guiarse continuamente por Aristóteles que por Platón. Todos tienen conceptos que aportarnos y puntos de vista distintos, con nexos en común y con distancias siderales en sus acepciones, pero ya puede entender que la lectura de cualquier propuesta de actuación debe ser siempre analizada y criticada por usted mismo y confrontada con sus propias creencias. Escoger un solo extracto de “algo” y llevarlo a cabo no es el mejor camino.


Desde mi punto de vista hay tres errores fundamentales que la mayoría de los padres cometen cuando se enfrentan a la situación de que su hijo les insulta. Es absolutamente normal. Yo como profesional he caído en ellos, así que no lo expongo para señalar o apuntar con el dedo a nadie porque yo mismo he tropezado en esta misma piedra de manera reiterada. Es importantísimo que estos 3 errores estén subrayados y que usted se acuerde bien de ellos porque serán el secreto de mejorar la relación con su hijo.


El primero es evitar enfrentarse al insulto o al episodio agresivo. Es decir, lo normal cuando se inicia esta conducta en uno de nuestros hijos es no atenderla realmente. Con esto me refiero a que por supuesto doy por sentado que el hijo recibe el correspondiente reproche o indicación de la barbaridad que ha ocurrido, pero la realidad es que uno de los errores más comunes es que con asombroso poco tiempo de recorrido, el insulto del adolescente deja de ser novedad y parece instaurarse como una normalidad. Es aquí donde puede darse el primero de los errores fundamentales. No debe existir ni un solo insulto por parte de un hijo (da igual la edad que tenga, 4 años, 16 años o 32 años) que no merezca detener cualquier escenario en el que estemos para atender directamente al insulto. Es decir, cualquier actividad en la que nos encontremos debe ser interrumpida para poner de manifiesto el tremendo episodio que se acaba de vivir. Cuando no paramos en seco y lo atendemos, la conducta comienza a gozar de un falso sentido de impunidad, el famoso “bueno, no es para tanto, solo te he llamado ….” Es entonces cuando el siguiente paso está listo para llegar, es decir una agresión más grave.

El segundo error es centrarse en cómo conseguir que el hijo pare de insultar. Una vez que es evidente para todos los miembros de la unidad familiar que se está insultando a un padre, el error más común es llevar a cabo acciones para que el hijo deje de insultar definitivamente. Sí, por supuesto que es necesario realizar este paso, obviamente, pero el error que quiero remarcar va más allá. La actuación contraproducente es quedarnos solamente en ese intento de establecer castigos o consecuencias a ese insulto con el fin de que no se repita. La mirada del padre, la acción educativa debe ir uno o dos pasos más lejos porque si no, se trata de un “parche” a una conducta puntual. Cuando un hijo insulta a un padre está mandando un mensaje directo a ese padre. La responsabilidad del padre es enseñar a ese hijo que no se debe insultar, pero también y no menos importante es descifrar y entender el mensaje de su hijo. El adolescente que insulta a un padre, más allá de ser un maleducado, está manifestando una necesidad no cubierta en la mayoría de los casos. Hay un porcentaje de casos más aislados y graves que podría estar manteniendo una conducta premeditadamente violenta. En mi libro “Cómo prevenir conflictos con adolescentes” profundizo en este escenario.

El tercero de los errores es responder con otro insulto. La verdad es que no quiero explicar este tercer error por causas evidentes. No es menester desarrollar los efectos contraproducentes que supone el insulto de un padre a su hijo, sea cual sea la situación. Sin embargo, debo subrayar que en ocasiones la frustración y la profunda tristeza al escuchar cómo un hijo insulta puede sumir a cualquiera de nosotros en un estado de ira incontrolable con consecuencias muy desafortunadas. Simplemente, añadiré, que a pesar de poder entenderse cualquiera de los escenarios, (he trabajado con situaciones muy extremas) la realidad es que somos el ejemplo primario para nuestros hijos. No insulte. Nunca. Y si lo hace sea usted un ejemplo en el mismo instante de reconocer y reajustar su conducta.

No se trata de qué hacer para que un hijo deje de insultar, se trata de analizar las razones de por qué se ha llegado hasta esa situación.

Se trata de no dejarlo pasar. De atender la gravedad de la situación.

Se trata de entender qué le pasa a ese hijo.

Plaza de España, 1 de febrero de 2021.

 

Dedicado a “Álex …..”, no recuerdo el apellido. (Total coincidencia en el nombre) Hace años una persona me insultó en la calle, me quedé perplejo y un ciudadano llamado Álex me ayudó muchísimo. Álex no dejó pasar la situación. Dedicado a ti, quienquiera que seas.

Recomendación: 5ª sinfonía de Mahler.