¿Hace cuánto tiempo que no hace determinadas cosas con su hijo adolescente? No se trata de construir planes geniales, ni de incrementar el famoso «tiempo de calidad», el quid de la cuestión es saber hace cuánto tiempo que no hace esas cosas con su hijo que usted sabe que les encanta a los dos. Esas que ya hasta dan un poco de vergüenza.
Episodio 20
Sí, “… gran parte de la vida se nos escapa obrando mal, la mayor parte sin hacer nada, la vida entera haciendo otra cosa. Se pasa la vida en tanto se aplaza” como le decía Séneca a su discípulo Lucilio. Hago referencia a esta cita con la que abro el Bloque IV “Buscando ayuda” de mi libro “Cómo prevenir conflictos con adolescentes” porque la lectura de esas palabras de Sénca me dejó paralizado. Dos mil años atrás y sin embargo se mantienen vigentes.
Si tomamos la adolescencia como ese período de tiempo comprendido entre los 12 y 18 años (edades que marco yo a mi libre albedrío) podemos constatar la brevedad y casi fugacidad de esta etapa en el desarrollo de nuestros hijos. En la mayoría de las ocasiones a ellos el tiempo les pasa muy despacio, porque viven con intensidad cada día y el programar o anticipar un mes por delante es casi pedirles un ejercicio desproporcionado para su mente preocupada en el aquí y en el ahora. Insisto, en la mayoría de casos, porque hay un grupo importante también de adolescentes que sí son capaces de pensar en el día de mañana.
Pero la cuestión es que si para ellos el tiempo va discurriendo despacio y organizado según las “quedadas” con sus amigos, a nosotros como padres se nos pasa volando. 6 años de adolescencia se pasarán demasiado rápidamente, dentro de muy poco, su hijo o hija llegará un buen día a casa con la noticia de su… “emancipación”. En este sentido, le recomiendo encarecidamente que vea el cortometraje de Disney y Pixar “Bao”, verdaderamente toda una delicia. Si me suele leer o me conoce, ya sabe que no desvelo nada de su contenido y mucho menos de la moraleja, porque las verdaderas reflexiones y conclusiones que importan son las suyas.
En todo esto pensaba yo hace unos días mientras deambulaba entre unos robles cuando me interrumpió la idea de “¿Hace cuánto que no hago yo tal cosa con mi hija?” y la tormenta de ideas cayeron sobre mi cabeza como una losa. Pensando en que el tiempo es fugaz y que en determinadas etapas de mi vida he mirado hacia el pasado fustigándome por aquellas cosas que no hice sin saber el por qué, llegué hace unos días a la conclusión de que existen al menos 5 “cosas” que son importantes plantearse ahora para hacer con un hijo adolescente.
Le animo a que las lea y a que, por lo menos, pueda calcular cuánto tiempo ha transcurrido desde la última vez. Todas y cada una de ellas tienen un sentido profundo y consciente..
Yo tenía un amigo que siempre me daba abrazos más largos de lo normal, al principio me extrañaba, hasta que entendí que sus abrazos “decían” mucho más que sus palabras. Es cierto, que abrazarse o recibir una caricia o palmada en el hombro afectuosa a veces puede resultar un poco incómodo, pero lo que realmente es incómodo es que un padre y un hijo no tengan contacto físico. El cariño, la afectividad y el amor entre padres e hijos requieren siempre el contacto físico. Su hijo, en la mayoría de los casos, se pasa toda la tarde abrazándose con sus amigos, incluso hasta con extraños, así que sí sabe dar abrazos.
Cuando estrenamos la paternidad, normalmente nos gusta llevar a nuestros hijos al trabajo. ¿Por qué? Pues principalmente para compartir nuestra felicidad con nuestros queridos compañeros de trabajo. Aquí yo debo contarles un secreto, en mi primera etapa de padre siempre fui bastante vergonzoso al respecto. Cuando somos padres de adolescentes es importantísimo que nuestros hijos hagan una visita a nuestro puesto de trabajo, pero ahora con otro sentido, no solo para compartir nuestra felicidad (que también), sino principalmente para que nuestro hijo conozca la realidad profesional de su madre y padre. En la mayoría de los casos, me llama la atención cómo los adolescentes con los que trabajo no conocen la empresa específica en la que trabajan sus padres, ni realmente sus tareas, ni siquiera el nombre de sus jefes o compañeros. Aquí hay un importante paso que dar. Es fundamental, quizás debería escribir un artículo sobre este punto…
Se lo contaré desde mi experiencia. Yo no bailo nada bien. Absolutamente nada bien. Sin embargo, me encanta bailar. Son muchas las noches recuerdo bailando desenfrenadamente en medio de la pista de baile. Nunca me ha gustado ir a discotecas, pero me han apasionado los conciertos. Todavía recuerdo aquella noche en un club de Bruselas en Bélgica bailando Funky como si no hubiera un mañana. La cuestión es que desde que soy padre, bailo muchísimo con mi hija y con mi esposa, las dos saben que bailo fatal, pero que pongo tanta pasión que al final resulta que bailo genial. ¿Qué más da si bailo bien o mal? Lo que realmente importa es que bailar con otra persona requiere un verdadero acto de valentía porque requiere desprenderse de toda vergüenza y simplemente disfrutar la vida de la mano de otra persona. En este caso, yo bailo con ellas dos. Si usted consigue bailar con un adolescente por favor escríbame porque apenas cuento con padres que lo hayan conseguido, pero los que sí lo han hecho tienen una mirada de complicidad que ya no se pierde.
Cocinar es una actividad saludable, que favorece la organización y ejecución de tareas. Es una actividad placentera cuando se domina, que requiere de gran concentración, que refuerza el trabajo bien hecho, además es eminentemente generosa. Cocinar mejora la motricidad fina y gruesa, es una actividad un tanto peligrosa dependiendo de las herramientas que se utilicen, con un punto de presencia del stress y la ansiedad en la que es importantísimo la gestión y optimización del tiempo. Si todas estas razones no le convencen, apunto una más, cuando dos personas cocinan juntas, normalmente no se miran a los ojos y ejecutan tareas de manera compenetrada con cierta magia. El adolescente que sabe cocinar forma parte de una especie casi en extinción. Hay muchas más razones que fundamentan que cocinar con su hijo adolescente le reportará beneficios muy importantes, pero seguramente ya las conoce, lo importante para mí es que usted recuerde cuándo fue la última vez que cocinó con su hijo o hija.
Con esta última, no me refiero a oír música sino a “escuchar” música. Una madre y su hija, sentadas juntas escuchando música. Sin nada más, sin móvil. Guau. Da igual qué música, aunque como dijo una vez alguien “solo hay dos tipos de música, la buena y la mala”, lo importante es ser capaces de sentarse juntas y disfrutar de uno de los mayores placeres de la vida. Pero no solo por eso, sino porque la música encierra secretos apasionantes.
No se trata de que haga estas 5 propuestas, haga las que usted quiera, pero al menos le animo a que se pare a pensar cuánto tiempo ha pasado ya desde la última vez que las compartió con su hijo adolescente.
En Bruselas, 10 de mayo de 2021.
Dedicado a todos los profesores de Baile y Danza del mundo.
Recomendación: Bai Kamara Jr.